Descendencia Macabra

Hoy Recomendamos… la trilogía de Martha Mechelin ‘Descendencia Macabra’ para los amantes del terror más estremecedor llega esta trepidante trilogía.

 

Descendencia Macabra Crédito: Martha Mechelin
Descendencia Macabra
Crédito: Martha Mechelin

Descendencia Macabra de Martha Mechelin

La autora brasileña de ‘Usurpadores de Cerebros’ vuelve a la carga con una fascinante trilogía que te atrapa desde las primeras páginas. Una historia desgarradora que te hará quedarte pegado al sillón.

Évelyn es una adolescente que vive su vida en un internado, alejada de cualquier vínculo familiar, hasta que un cierto día se presenta un hombre diciendo que él es su hermano y la saca de su internado llevándola a un pequeño pueblo llamado Pantano de Aguas Blancas. Lo que no sabe ella, es que a partir de ahí su vida se trasformará en una terrible pesadilla. Évelyn después de conocer a su padre, su madre y su abuela; descubre, con la ayuda de sus amigos, Alejandro y Leonardo, que forma parte de una verdadera descendencia macabra. La historia transcurre entre Brasil y España. Un detective, el jefe de la policía, una ex bailarina y un barman intentan descubrir quién es el autor sanguinario de unos terribles asesinatos.

Aquí os dejamos un pequeño aperitivo para que vayáis abriendo boca:

“Sentía que el pánico tomaba cuenta de todo su ser y sin percibir gritaba con todas sus fuerzas, no obstante, ninguna persona o ser viviente le podía escuchar. En aquel preciso momento no había nadie que pudiera ayudarle. En su íntimo más recóndito, se percataba, que la ausencia de vida humana o animal a su alrededor era completamente nula, y que realmente nadie podría escuchar sus gritos, por lo tanto, sin otra alternativa, desesperado, seguía corriendo en un intento de escapar de aquella agonizante situación. De repente el sujeto vio unas sombras moviéndose. No pudo distinguir que podría ser aquello. Veía cuerpos extraños que se proyectaban delante de él, ¿pero, eran formas de, qué?

Parecían cuerpos distorsionados, que por ironía le hacían recordar a las imágenes de la casa de los espejos que había visitado en una excursión, hacía de eso ya mucho tiempo. En sus entrañas sentía que era alguna cosa sobradamente malévola. Sabía que era indispensable que siguiese avanzando aceleradamente aunque no sabía a dónde se dirigía, estaba ya exhausto de tanto correr y casi no podía respirar. Si no fuese por aquel maldito olor que entraba por sus fosas nasales, tal vez pudiese concentrarse en alguna idea que le sacase de aquel apuro. Aquel olor tan desagradable penetraba en sus poros, y le hacía sentirse asquerosamente sucio.

Advertía confundido las grandes sombras que le hostigaban envolviéndole por entero, parecían querer tragárselo. Estaba aterrado, arañado por las ramas de los árboles que rozaban su piel, haciéndole sangrar. ¿Adónde se habían metido todos? ¿Es que nadie escuchaba sus gritos desesperados? No lograba razonar en aquel momento, no conseguía pensar en qué lugar se habían quedado sus amigos. Era necesario que pensase solamente en sí mismo, tenía que escabullirse de aquel lugar. Estaba seguro de estar escapando de algo muy feo y monstruoso. Lo más inconcebible de todo era que tampoco se escuchaba el soplar del viento, oía tan solo el ruido de su propia respiración que parecía explotar en sus pulmones a cada zancada que pegaba con sus pies contra el suelo.

El sudor empapaba toda su ropa, escurriendo por su rostro, metiéndose dentro de sus ojos, haciéndole llorar. El seguía corriendo, y a cada una de sus pisadas sentía que sus piernas se estiraban cada vez más agrandándole sus pasos. Las ramas de los árboles le rozaban los brazos y también su rostro, haciendo que su carne se desgarrase, sentía la tibia sangre escurrir por su piel mezclada con la fría transpiración que despedía de su piel. El miedo se apoderaba de su cuerpo y de su alma. El pánico era tan grande que no percibió el enorme precipicio que se formaba bajo sus pies… Vislumbró mientras caía, las piedras y las rocas, gigantescas y puntiagudas esperándole como si de un enorme colchón se tratara. El miedo se apoderó de su cuerpo como algo material y una pesada oscuridad cayó sobre el sujeto.

Aquello era terriblemente perverso, entonces notó la presencia de algo palpable, nauseabundo… y sus gritos se perdieron en un inmenso vacío de tinieblas.”

descendenciaMartha Mechelin nacida en la ciudad de Novo Hamburgo – Brasil, residente desde el año 2001 en España, ha recibido formación como escritora, aparte de realizar cursos de Redacción y el Arte de Escribir. Autora de Usurpadores de Cerebros.

En colaboración con iHistoriArte| Dave Meler

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